De repente en la silenciosa y dormida oscuridad de la madrugada del jueves 21 de marzo, el cielo dejó caer la tan esperada lluvia que no se había vuelto a dejar ver, y que a todos nos mantuvo en vilo hasta llegar a creer, que marzo diría adiós y ni una sola gota de agua nos dejaría ver.
El aguacero cayó hermosamente estruendoso, y el mismo sentimiento de alegría, nos unió agradecidos bajo el mismo cielo; escuchando la voz de la naturaleza rociando alivio y vida después de tantos días de sequía.
El agua generosa se deslizó por los árboles sedientos, y sus hojas secas la recibieron y la dejaron correr hasta llegar a la tierra que agradecida la absorbió; y después mostró el efecto rejuvenecedor en las bonitas Buganvillas que han resistido siempre ese intenso calor. Hoy están mas vivas dándole significado a está existencia bendita y otra razón, para creer que fue el mismo Dios que a través de ese torrencial diluvio a las 4 de la mañana tan maravillosamente se expresó…
Las opiniones expresadas por los colaboradores, periodistas y escritores son responsabilidad de los mismos y no reflejan necesariamente la opinión de Revista Atisbe Barichara.