Este espacio busca reflexionar sobre temas que conciernen a la poesía, tanto a su escritura como a su lectura. Cada tema se desarrollará con una estructura similar: una introducción al tema de la reflexión, un poema, y un comentario al poema. Al final siempre irá la nota biográfica del poeta escogido. 

Por: Francia Elena Goenaga Olivares
Poeta y lectora de poesía

EL INICIO

El inicio todo lo contiene. Es un movimiento del cual surge la forma. Antes no había nada, o sí, pero de manera indeterminada. Yo diría que lo indeterminado no está vacío, diría que tiene que ver con el acervo que la memoria forma como una enciclopedia viva. De allí proviene cierto ritmo, cierta voz, cierto tono, la elección de las palabras, de los silencios. No existe un solo inicio sino muchos, cada verso, cada estrofa, o cada línea poética contienen un final, se expresan y terminan, y todo vuelve a comenzar. De hecho, esa es la función del encabalgamiento.

La poesía de Antonio Machado es ejemplo ilustre, pues que la poesía pertenezca al tiempo significa que cambia, aunque algo en ella permanezca siempre igual. Así, algo cambia (la forma), algo permanece (como punto vivo, antes del inicio y después del final).

De Humorismos, fantasías, apuntes

Glosa LVIII

1 Nuestras vidas son los ríos,

Que van a dar a la mar,

Que es el morir. ¡Gran cantar!

Entre los poetas míos

5 Tiene Manrique un altar.

Dulce goce de vivir:

Mala ciencia del pasar,

Ciego huir a la mar.

Tras el pavor del morir

10 Está el placer de llegar.

¡Gran placer!

Mas ¿y el horror de volver?

¡Gran pesar!


Todo comienza en la lectura, lo ya terminado por Jorge Manrique (Paredes de Navas 1440-Santa María del Campo 1479) toma forma en Machado, en octosílabos para continuar el ritmo de Manrique. La poesía pertenece al tiempo al que pertenece también la vida, la vida de Manrique en el pasado y de Machado en este presente. Las Coplas a la muerte de su padre las escribe Manrique hacia 1478, y en el poema el poeta desarrolla temas propios de la época: lo efímero que es la vida, todo es vanidad, y de qué manera la muerte todo lo iguala, para volver a recomenzar. En la segunda parte del poema se centra en la figura del padre y hace una especie de elegía, alaba la maestría de quien fuera encomedero de Enrique IV. Y así como Manrique vuelve al pasado para hablarnos del padre,  y al recordarlo lo devuelve a la vida (¡Gran pesar!, y paradójicamente también ¡Gran placer! del arte), Machado vuelve al pasado y nos devuelve a Manrique, lo revive para nosotros sus lectores, a través de la poesía. En ambos poemas, el leído y el escrito (por una parte glosa del ya escrito y, por otra, nueva creación), se piensa y se canta. El movimiento del nacer al morir y del morir al nacer se expresa de manera agridulce: placer y goce son inseparables del pavor y el horror. La paradoja del vivir y del morir forma un quiasmo que nos permite sentir ese vaivén. Un vaivén, debemos agregar, que explica la función del arte, pues mientras la vida nos promete un dulce puerto de llegada (v. 6), el arte retorna a la vida lo ya muerto (v.12).

Poeta español Antonio Machado

Y para volver a la reflexión inicial, ese vaivén es el que queda en nuestra memoria como una enciclopedia viva; algún día, tal vez, tome forma en un poema nuestro, no ajenos a esta antigua tradición y conscientes del momento histórico en el que vivimos y de la finitud de nuestras vidas, que tercamente la poesía quiere cambiar, irónico ¡Gran pesar!

Antonio Machado (Sevilla 1875-Collioure 1939)

Nací en Sevilla una noche de julio de 1875, en el célebre palacio de Las Dueñas, sitio en la calle del mismo nombre.

Mis recuerdos de la ciudad natal son todos infantiles, porque a los ocho años pasé a Madrid, a donde mis padres se trasladaron, y me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza. A sus maestros guardo vivo afecto y profunda gratitud. Mi adolescencia y juventud son madrileños. He viajado algo por Francia y por España. En 1907 obtuve cátedra de Lengua Francesa, que profesé durante cinco años en Soria. Allí me casé: allí murió mi esposa, cuyo recuerdo me acompaña siempre. Me trasladé a Baeza, donde hoy resido. Mis aficciones son pasear y leer.

Relato autobiográfico de 1917.

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