Fue en el 2017, el año que planté mi primera semilla en el pueblo más lindo de Colombia. Llegué perdidamente enamorada del país y llena de esperanza y sueños de cómo iba a ser mi vida en este lugar mágico.

Este año estoy completando 3 años de dar el salto a casa después de haber pasado 42 en el extranjero. ¡Qué excitantes! los colores, los olores, la música, la comida, y quizás, lo más importante, la gente.

Vivo en una vereda bendecida con unas vistas a los paisajes más espectaculares, a la majestuosa Serranía de los Yariguíes, también conocida como la Cordillera de los Cobardes (en referencia a lo que todavía no me queda claro, pues escucho dos versiones, donde se escondieron los liberales o los conservadores).

¡El sonido de las campanas me despierta!, imponentes y atrevidas, y estoy lista a abrazar el día con una sonrisa de una paz tan deseada! Bajo el cielo azul profundo como el mar y muchas veces pintado de bellas y caprichosas nubes, empieza la fiesta y en silencio escucho el canto de los pájaros, los gritos de las guacharacas, contemplo los esquivos picuros, las coloridas iguanas y las mariposas. Al atardecer llegan sacudiendo su hermosa e imponente cola azul los elegantes barranqueros, y entrando la noche llena de estrellas terminan esta danza las chicharras, los puercoespines, las luciérnagas y los faras.

La Barichara dicen por ahí. El embarcarme en la tarea de restaurar una casa campesina ha sido un reto frustrante y placentero, donde me han acompañado la presencia de los árboles, los fósiles e incluso las hormigas tan odiadas y respetadas. ¿Pero, y quién soy yo? Pues una citadina que se siente muy patiamarilla, simplemente hay que echar un vistazo a mis cotizas, que van de aquí para allá convirtiéndome en la guardiana de este «mi paraíso imperfecto» .

Es romántico y hasta idílico lo que les acabo de describir. A continuación les dejo con algo para su imaginación y sentir.

Unos vecinos que decidieron destruir mi anuncio con mi nombre de mi casa a la orilla de la carretera o el que entró en mi ´propiedad sin mi permiso y cortó mi hermoso árbol de aguacates, el cual nunca se recuperó.

Esto tristemente me hizo regresar a la realidad que ya había olvidado, de esta tierra bella e indomable, pero de tantas historias de intolerancia y atropellos.

¿Será posible obtener esa paz tan deseada, es esta la Barichara que soñamos o es esta la Barichara que no soñábamos?

Por: la Patiafuera

  • Carta publicada edición impresa # 23 de Agosto 2023

Las opiniones expresadas por  los colaboradores, periodistas y escritores son responsabilidad de los mismos y no reflejan necesariamente la opinión de Revista Atisbe Barichara.