Por Mariana Espinosa Bleier
Esta obra desarrolla un relato que, entre la realidad y la ensoñación fantástica, permite transitar por los caminos de la memoria y escuchar voces que durante siglos fueron silenciadas por los estamentos oficiales. La creación de Gabriel García Márquez –Gabo como se le conocía- le dio una nueva conciencia histórica al país a través de la genealogía de la familia Buendía, del incesto, la violencia, las guerras civiles, la tristeza, el lastre de las herencias familiares, las celebraciones, los ritos y los mitos con los que convive la sociedad para sobrevivir a la soledad de cada individuo. Escritor, periodista, editor y guionista, Gabo comenzó su carrera escribiendo para el diario El Universal mientras estudiaba derecho en la universidad Nacional en Bogotá, de donde se retiró para trasladarse a Cartagena. Desistió de terminar la carrera para dedicarse de lleno al periodismo y continuó trabajando para El Heraldo, convirtiéndose simultáneamente en miembro activo del Grupo de Barranquilla conformado por importantes miembros de la sociedad intelectual y social de la ciudad como Álvaro Cepeda Samudio, Julio Mario Santo Domingo, Alejandro Obregón y Alfonso Fuenmayor, entre otros, lo que marcaría su formación de manera definitiva.
En 1955, radicado nuevamente en Bogotá, publicó en 14 entregas Relato de un Náufrago en el diario El Espectador y por la controversia suscitada con el desenlace de la crónica, que contradecía la versión oficial de los hechos, decidió irse a Paris donde vivió por algunos años. Durante su vida habitó diferentes ciudades como Nueva York, Bogotá, Ciudad de México y La Habana, que le enriquecieron su visión sobre las sociedades en Latinoamérica y el concepto de familia. En su primer libro La Hojarasca aparece por primera vez mencionado Macondo, el pueblo ficticio donde se desarrollarían varias de las novelas del escritor. La idea original del libro surgió durante un viaje en compañía de su madre a su natal Aracataca en 1952, aunque no fue hasta 1967 que se publicó por primera vez estando radicado en México. La cultura de ese país enriqueció la producción literaria de García Márquez, donde rodeándose de un selecto grupo de intelectuales, entre ellos Carlos Fuentes, se conmocionaba con las creaciones de Juan Rulfo, de quien afirmaba “haber aprendido a escribir de otro modo”.
Fue precisamente ese ambiente el que le permitió la inspiración definitiva para convertir una novela incipiente llamada La Casa, que llevaba varios años intentando terminar, en una de las obras maestras de la literatura de todos los tiempos. Durante diez y ocho meses estuvo prácticamente encerrado en un pequeño estudio en su casa, al que sus amigos llamaron “la cueva de la mafia”, escribiendo sin descanso. Allí, pese a sus quebrantos financieros y las deudas que se acumulaban, fue dando forma a Macondo y al linaje de los Buendía, una de las mejores historias de todos los tiempos. El escritor y su esposa Mercedes Barcha enviaron desde México a la editorial argentina Sudamericana inicialmente sólo la mitad del manuscrito, pues no tenían suficiente dinero para remitirlo en su totalidad. Luego de empeñar los últimos electrodomésticos que les quedaban –entre ellos el calentador de Gabo quien afirmaba que podía escribir en cualquier circunstancia menos con frío- enviaron el resto de la obra. Al salir del correo Mercedes le dijo a Gabo “Ahora lo único que falta es que esta novela sea mala”.
El junio de 1967 salió a la venta Cien años de soledad con una tirada de 8000 ejemplares, pero fue tan grande el éxito que hubo una segunda edición casi inmediatamente. En 1968 se tradujo al francés y al alemán, y en la actualidad está traducido a más de 40 idiomas. García Márquez recibió el Premio Nobel en 1982 por su obra completa, lo que cambió para siempre a los colombianos, quienes desde ese momento comenzaron a estar orgullosos de su tierra, de su nacionalidad y a tener la certeza de que se podían alcanzar grandes logros si se lo proponían. Para el diseño de la portada de Cien años de soledad, el artista hispano- mexicano Vicente Rojo incorporó “elementos de uso común y popular” que concordaban “con el tono de la novela que, como sabemos, es una obra riquísima”. Su trabajo se extravió en el camino a la capital argentina por lo que la diseñadora Iris Pagano tuvo que improvisar una imagen de una embarcación en medio de la selva sobre tres plantas amarillas. Cien años de soledad le permitió a los colombianos interpretar el mundo de una manera distinta. Macondo dejó de ser un pueblo ficticio del Caribe colombiano para convertirse en una metáfora sobre la historia del país. Para Carlos Fuentes García Márquez “estableció las fronteras de la realidad dentro de un libro y las fronteras de un libro dentro de la realidad”. La primera edición de Cien años de soledad cambió la historia de la literatura en Colombia y tuvo un efecto trascendental en la mentalidad de sus habitantes. Y es que, como lo afirmó Borges, el libro es “una extensión de la memoria y de la imaginación”. Como objeto cultural este libro recoge, preserva y prolonga las historias que son testimonio del devenir del mundo, de las realidades y de las utopías colombianas, de lo que proyectan como nación, de su pasado y de su futuro.
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